Fue el típico viaje de idiomas que dura un mes, en el que vives con una familia y vas a clases todos los días. Ahora es muy habitual, cuando yo fui lo empezaba a ser, y unos años antes sólo se lo podían permitir unos privilegiados. Es algo que sale en todas las conversaciones... "cuando estuve en Irlanda...", "¿qué fuiste allí, a estudiar inglés?". Todo el mundo parece haber ido a Irlanda a estudiar inglés.
Tuve suerte, porque fue ese año el primero que la Asociación de Celiacos informaba de la existencia de una empresa de cursos de idiomas que se ocupaba del tema de las comidas (hablar con la familia etc, etc, etc). Y si digo que tuve suerte, es porque justo ese año tenía 17 años, la edad máxima para participar en uno de los programas.
Al tema. Mientras estuve allí viví con una familia muy normal: dos niñas de 9 y 11 años, el padre, la madre y la abuela. Digo normal porque había de todo. Con la familia no tuve un contacto excesivo: por las mañanas me despertaba la madre para decirme que me dejaba el baño listo para mi, me preparaba el desayuno (tostadas y zumo incluido) y desayunaba con el padre, mientras leía el periódico y consultaba el correo en el ordenador. Por las noches cenábamos todos juntos: plato de filetes de lomo a la plancha con verduritas cortadas. Todos los días. Y las niñas le echaban al agua unos polvos para que fuese rosa.
Desayuno mañanero.
Las vistas desde mi habitación: el típico barrio, como ya he dicho.
He de decir que las niñas eran la mar de educadas, y que la familia se portó fenomenal en todos los aspectos. La comida no me gustó, pero era lo que ellos comían, así que no tengo nada que objetar. En este tipo de cursos hay mucha gente que acoge estudiantes porque les pagan dinero, y yo no tuve esa sensación. Pero sé de muchos que necesitaron cambios de familia.
Las niñas de mi casa (delante) y las vecinas (detrás).
Allí viví en la típica casa adosada de barrio residencial irlandés, estadounidense o inglés, como se prefiera, son todos iguales. La casa estaba muy bien cuidada y yo dormí en la habitación de una de las niñas, que era, literalmente, rosa. Todo era rosa. Todo. Abrías el armario: rosa. Abrías el cajón: rosa. El edredón: rosa, las paredes: rosas... y así. Lo bueno del "barrio" es que teníamos (dentro del conjunto de casas) una especie de prado enorme, más conocido como "green" por razones obvias, donde podías jugar, gritar, saltar, ... y nadie te molestaba, ni molestabas a nadie.
Lo malo de vivir aquí es que tenías que coger el autobús para absolutamente todo, y estaban a tomar por saco de Dublín.
A esto le llamábamos el "green".
El mundo rosa de la habitación. ¡Anda! Si había también blanco.
Todas las mañanas, después del desayuno, todos los que vivíamos en "Glenvara Lyon" (nuestro barrio), nos juntábamos e íbamos hasta la parada, donde nos recogía el autobús para llevarnos al colegio. Si lo perdías, mal rollo. Una vez en el colegio, un grupo de aproximadamente 100 niños españoles de 11 a 17 años nos dividíamos en clases según niveles y ahí pasábamos la mañana, dando clase. Las clases estaban bien, pero claro, 100 niños españoles... pues al final se hablaba español. Yo creo que esa fue la pega del programa, que todos éramos del mismo país.
Aquí cogíamos el bus cada mañana.
El colegio, que durante el verano funcionaba para dar clases de inglés.
Yo no sé que hacía con mi vida con aquellas zapatillas. Lo peor es que todos vestían normal menos yo. A todo esto, la foto la saqué en el cole.
Al mediodía teníamos el descanso para comer, perdón, tomar algo. En mi caso, como en el de la mayoría, 2 sandwiches de queso cheddar naranja en lonchas y manzana, preparado la misma mañana por la mamá de mi casa. Un día está bien el sandwich, un mes ya...
Mi grupo de actividades.
Después de la "comida" teníamos actividades, que los monitores, españoles también, preparaban en un idioma que no necesitábamos mejorar (no hacen falta más pistas de cuál es, creo). Solían ser deportes (fútbol o básket), ir de compras a un centro comercial, ver el centro de Dublín, clases de baile irlandés... (esta fue mi actividad favorita, la única impartida por una irlandesa).
Visitamos el museo de Dublín, Dublinia.
También hicimos varias excursiones de medio día y de día entero (los sábados), a Bray (pueblito costero cerca de Dublín), jardines de Powerscourt (con cementerio de animales incluido), centro comercial de Dublín (recuerdo que jugamos a los bolos), Glendalough (el lugar más bonito, un emplazamiento celta en medio de las montañas)...
Iglesia de Cristo, o Christchurch, en Dublín.
Bray.
Iglesia celta.
Los domingos se supone que eran para pasarlos con la familia, pero en mi caso, salvo el último día, no hice otra cosa que quedar con todo el grupo de españolitos en un supermercado de la zona de los barrios. Un día cogimos el bus para ir a Dublín, pero la excursión no fue muy exitosa.
"Superquinn" era una zona verde en mitad de tanto barrio donde además, había niños irlandeses como los de la foto. Ciertamente no les recuerdo muy majos que digamos.
El último domingo, mi familia, la familia vecina (que acogía a otra niña celiaca), la otra niña celiaca, y yo, lo pasamos juntos en Dublín. Recuerdo que dejamos los coches en un parking y de ahí cogimos el tren al centro (para que os hagáis a la idea de lo lejos que estábamos). Una vez en el centro, nos enseñaron mejor la ciudad, fuimos de compras (más compras!?) y acabamos cenando en el restaurante americano Friday's. Fue el mejor día del curso, cuando más hablamos inglés.
Mi recomendación en cuanto a cursos de idiomas: mejor cuanto más tiempo en familia (si es que ésta merece la pena).
Último día de clase.
P.D.: si algo he comprendido después de ver estas fotos, es que hice bien en cambiar de estilo. Y sí, mi destreza fotográfica era nula.
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